1. COMO A UN PERRO

Me gustaría comenzar esta historia hablando sobre mi padre como lo hizo el hijo de Michael Sullivan en Road to Perdition, pero mi papá no tiene ninguno de los defectos y virtudes del gangster de la película. Tampoco nos pasamos varias semanas asaltando bancos y siendo perseguidos por un excéntrico asesino profesional. No, mi padre y yo no éramos como Michael e hijo. Así que iniciaré relatando que estábamos en la década de los ochenta y vivíamos en una pequeña casa parte atrás, compartiendo el patio con otras casas de familia que vivían tan apretujadas como nosotros. Mi familia estaba conformada por el viejo, la doña y mis hermanos mayores; Ángela y Arcángel.

En 1984, mi padre se dedicaba al concho en un viejo Datsun de su propiedad. Trabajaba todo el día como un toro y en la noche se convertía en un borrachón y mujeriego empedernido. Mi mamá trabajaba en el turno nocturno en un restauran y muchas veces al llegar a la casa después de la medianoche, descubría que don Virgilio no había llegado de sus parrandas. Así que la pobre doña Ramona, reventada de cansancio, salía a buscarlo a la barra de Martí, y sacarlo por las orejas. El don refunfuñaba por todo el camino pero lo cogía suave porque después de todo, los cueros del local ya hacían rato que le habían pelado el bolsillo y él no sabía como salir de allí sin que los amigos supieran que no le habían dejado ni un duarte. Así que pensaba que después de todo le convenía que su mujer lo fuera a buscar de vez en cuando. Así funcionaba la extraña lógica de mi padre.

El viejo era reincidente en tener aventuras con mujeres de la calle. A muchas le negaba el estar casado para llevar a cavo sus fines, que era el de acostase con la popola de turno. A otras no las pudo engañar por mucho tiempo, pero aun así fueron victimas del ripio caliente de mi papá. Alguna se cansaba de él y hasta llegaron a llamar a mi madre para que lo fuera a sacar de sus casas cuando el don las molestaba, muerto de un jumo de media noche.

Mi mamá le aguantó toda su vaina hasta que una madrugada lo fue a buscar y se encontró con que el cuero con que él le pegaba los cuernos en esos momentos no se lo quería entregar, supuestamente porque Virgilio Libertad era su hombre y mi mamá no sabía satisfacer a un macho como mi papá. El viejo, en vez de levantarse de la mesa e irse con su mujer, se puso de simio y la mandó para la casa a que lo esperara allá porque él todavía no se quería ir. La doña miró de arriba abajo al cuerillín que estaba con papá y le dijo que si lo quería tanto que podía quedarse con esa poca cosa.

Esa fue la última vez que Ramona salió a buscar al viejo porque al día siguiente la mujer que no sabía satisfacer al macho, sacó de la casa a don Virgilio. Lo votó como a un perro.

Pasaron varias semanas que no supimos nada de nuestro papá, hasta que un día apareció con una bandeja de pan de batata que había conseguido con un amigo que las vendía. Saludé a mi padre con mucha alegría pues estaba muy contento de verlo otra vez. Me hizo cosquillas con su barba de varios días cuando me abrazó. Mi mamá lo trató con diplomacia e interés por saber donde se había metido esas ultimas semanas, no porque lo echara de menos, pues ella lo esperaba para que le diera el dinero de nuestra manutención. El sueldo de mi mamá no daba para mantenernos y don Virgilio no estaba cooperando para que nosotros pudiéramos bajarnos el lodo de todos los días, o mejor dicho, para que podamos subsistir debidamente.

Yo los dejé hablando del asunto sin darle importancia, pues aunque no lo crean, en la primera mitad de la década de los ochentas a los niños de siete años como yo aun no les llamaba la atención el dinero. No estábamos frente al televisor atentos a las noticias sobre La Guerra Fríani a Robert Gallo y Luc Montagnier quienes habían identificado el virus del SIDA, ni sabíamos sobre el alcance destructivo que podría llegar a tener la creciente amenaza nuclear. Mi atención caía sobre la bandeja que estaba en la mesa, pues no solamente en África existía el hambre. Recuerdo sentarme junto a mis hermanos y entrarle al pan de batata como a la conga entre los tres.

Acerca de Pedro Liberato

Soy un vampiro amante de la noche y los paseos al aire libre, los libros, el cine, la música. Un espectro que se rehúsa a quedar en el pasado, un personaje de novela de ficción que cada día experimenta este sueño virtual que es mi vida. Ver todas las entradas de Pedro Liberato

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